En la vida cristiana, el viaje hacia la fe y la confianza en Dios a menudo se encuentra con momentos de desafío y desaliento. Uno de los pasajes más ilustrativos sobre el compromiso y la determinación en este camino es el dicho de Jesús en el Evangelio según Lucas 9:62: «Ninguno que pone su mano en el arado y mira hacia atrás, es apto para el reino de Dios». Esta poderosa metáfora resuena profundamente en los corazones de aquellos que han sentido el abandono o enfrentan la tentación de desistir ante las adversidades.
El acto de poner las manos en el arado simboliza nuestra decisión de seguir a Cristo, un compromiso que requiere concentración, dedicación y esfuerzo continuo. El arado, herramienta esencial en la agricultura, prepara el terreno para la siembra. De manera similar, nuestro corazón debe ser preparado y ablandado por la fe, permitiendo que la semilla de la Palabra de Dios crezca y fructifique. Mirar hacia atrás, en este contexto, sugiere una añoranza por la vida pasada, las comodidades o las seguridades que dejamos al decidir seguir a Cristo. Este mirar atrás puede ser un símbolo de duda o de falta de fe en las promesas divinas para nuestro futuro.
En momentos de abandono o soledad, cuando la tentación de mirar hacia atrás y cuestionar nuestro camino se hace más fuerte, es crucial recordar la fidelidad y promesas de Dios. El abandono, aunque doloroso, puede ser una puerta hacia una confianza más profunda en Dios. Nos enseña a depender no de nuestras fuerzas o comprensiones, sino de la gracia y providencia divinas. La confianza en Dios se fortalece en el fuego de las pruebas, donde aprendemos que Su amor y presencia son invariables, incluso cuando todo lo demás parece fallar.
La invitación a no mirar hacia atrás es también una llamada a la esperanza y a la visión hacia el futuro que Dios tiene para nosotros. La fe cristiana es esencialmente dinámica y orientada hacia adelante, hacia la consumación del Reino de Dios. Cada paso tomado en fe es un paso alejado del pasado y hacia una nueva creación en Cristo. Al igual que el agricultor que mira hacia adelante para guiar el arado rectamente, nosotros estamos llamados a fijar nuestra mirada en Cristo, el autor y consumador de nuestra fe (Hebreos 12:2).
En los momentos de duda, la comunidad cristiana juega un papel vital. Al igual que Aaron y Hur sostuvieron las manos de Moisés cuando estaba cansado (Éxodo 17:12), nuestra fe comunitaria sostiene a cada miembro en sus momentos de debilidad y desaliento. La iglesia actúa como un recordatorio corporal de la fidelidad de Dios y de nuestra llamada común a perseguir el Reino de Dios con perseverancia.
Reflexionar sobre el abandono y la confianza en Dios a través de la metáfora de poner las manos en el arado y no mirar hacia atrás nos invita a una fe que es activa, esperanzada y resiliente. Nos desafía a dejar atrás lo que ya no nos sirve y a abrazar con confianza el camino que Dios tiene trazado para nosotros, sabiendo que en Su presencia encontramos la fuerza para seguir adelante, sin importar los desafíos que enfrentemos.