Imagina que los celos son un fuego: calientan, pero también pueden consumirlo todo. Desde los versos de Ovidio en El arte de amar, que advierten cómo el amor enfermo se convierte en posesión, hasta las palabras de san Agustín, quien veía en los celos una señal de inseguridad ante la propia fragilidad, la historia nos muestra que este sentimiento es tan antiguo como peligroso. Freud, por su parte, lo vinculaba al miedo inconsciente a la pérdida, mientras que el poeta Khalil Gibran recordaba que “el amor no posee, ni es poseído”. Pero ¿cómo transformar esa energía turbia en algo que no te destruya?
La clave, como sugieren pensadores como Epicteto o Martha Nussbaum, está en reconocer que los celos hablan más de ti que del otro. El estoicismo propone dominar lo que depende de ti —tus pensamientos, tus acciones— y soltar el control sobre lo ajeno. San Pablo, en su Carta a los Corintios, opone al amor paciente y sin envidia al ardor egoísta de los celos. Incluso la psicología moderna (White & Mullen, 1989) insiste en que trabajar la autoestima y la confianza reduce su poder. No se trata de negar el sentimiento, sino de interrogarlo: ¿qué herida oculta está tocando? ¿Por qué confundes amor con propiedad?
Al final, como escribió Rilke, “el amor consiste en que dos soledades se protejan, se saluden y no se obstaculicen”. Los celos, cuando los miras de frente, pierden su fuerza. Te invitan no a vigilar al otro, sino a sanar tus propias grietas. La libertad —tuya y ajena— no es una amenaza, sino el terreno donde el verdadero amor echa raíces.
Referencias
White, G. L., & Mullen, P. E. (1989). Jealousy: Theory, research, and clinical practice. Guilford Press.
Ovidio. (1 d.C./2005). El arte de amar (A. Ramírez de Verger, Trad.). Alianza Editorial. (Trabajo original publicado en el siglo I).
Gibran, K. (1923). El profeta. Alfred A. Knopf.
San Agustín. (397-398/2007). Confesiones (P. Garrido, Trad.). Biblioteca de Autores Cristianos. (Trabajo original publicado en el siglo IV).


