Comprender la depresión endógena: una mirada clínica, humana y terapéutica

Introducción

La depresión es una de las condiciones psicológicas más comunes y, a la vez, más incomprendidas del mundo contemporáneo. Dentro de los diversos tipos de depresión, la llamada «depresión endógena» representa una forma particular, en la que predominan factores biológicos y hereditarios, más allá de los eventos externos o psicosociales. Esta variante de trastorno depresivo mayor ha sido objeto de debate clínico durante décadas, especialmente por su presentación clínica, su resistencia a intervenciones exclusivamente psicoterapéuticas y su vínculo con desequilibrios neuroquímicos.

Este artículo busca ofrecer una comprensión clara, accesible y científica de la depresión endógena. Se abordarán su definición, síntomas distintivos, causas biológicas, diagnóstico diferencial y tratamientos efectivos, desde un enfoque integrador que contempla tanto la psicofarmacología como las herramientas psicoterapéuticas. Asimismo, se incluirán ejemplos clínicos, recomendaciones prácticas y una reflexión empática dirigida a quienes la padecen y a quienes los acompañan.


1. ¿Qué es la depresión endógena?

La depresión endógena es una forma de trastorno depresivo mayor cuya causa principal se atribuye a factores biológicos internos, tales como alteraciones neuroquímicas, predisposición genética y vulnerabilidad neurobiológica (Kendler et al., 2006). A diferencia de la depresión reactiva —que se vincula con acontecimientos vitales estresantes—, en la depresión endógena los síntomas emergen sin una causa externa clara.

Entre sus características distintivas se incluyen:

  • Aparición súbita y no relacionada con eventos externos.
  • Curso más prolongado y recurrente.
  • Mayor presencia de síntomas somáticos (insomnio matutino, pérdida de apetito, lentitud motora).
  • Alteraciones psicomotoras evidentes (retardo o agitación).
  • Anhedonia marcada (incapacidad para experimentar placer).
  • Mayor riesgo de ideación suicida.

Históricamente, el término «endógeno» proviene de modelos médicos del siglo XIX, que diferenciaban entre depresiones «exógenas» (causadas por el entorno) y «endógenas» (de origen interno). Aunque estas categorías han sido revisadas por los manuales diagnósticos actuales (DSM-5-TR, 2022), la noción de depresión endógena aún se utiliza en contextos clínicos para describir formas severas, persistentes y con un componente biológico predominante.


2. Causas y bases neurobiológicas

Los estudios científicos han identificado varios mecanismos que explican el surgimiento de la depresión endógena:

a) Desequilibrios neuroquímicos: Las monoaminas —especialmente serotonina, noradrenalina y dopamina— juegan un rol crucial en la regulación del estado de ánimo. En pacientes con depresión endógena, estos neurotransmisores suelen estar en niveles disfuncionales (Belmaker & Agam, 2008).

b) Factores genéticos: Estudios con gemelos y familias muestran una heredabilidad del 40-50% para el trastorno depresivo mayor, siendo aún mayor en formas recurrentes y tempranas (Sullivan et al., 2000).

c) Disfunción del eje hipotálamo-hipófisis-adrenal (HHA): Muchos pacientes con depresión endógena presentan hipercortisolismo, lo que indica una respuesta al estrés crónicamente activada que afecta el cerebro, en especial el hipocampo.

d) Neuroinflamación: Recientes investigaciones sugieren que ciertos marcadores inflamatorios están elevados en pacientes con depresión resistente, lo que abre nuevas hipótesis sobre su etiología (Miller & Raison, 2016).


3. Diagnóstico clínico y diferencial

Diagnosticar la depresión endógena implica una evaluación exhaustiva que incluye:

  • Historia clínica detallada.
  • Evaluación de antecedentes familiares de depresión o trastornos afectivos.
  • Aplicación de escalas estandarizadas como el Inventario de Depresión de Beck (BDI-II) o la Escala de Hamilton para la Depresión (HAM-D).
  • Observación de signos psicomotores y ritmo circadiano alterado.

Es fundamental diferenciarla de otras condiciones como:

  • Trastorno depresivo reactivo o adaptativo.
  • Trastorno bipolar (cuando hay historia de episodios maníacos previos).
  • Trastornos de ansiedad con síntomas depresivos secundarios.
  • Hipotiroidismo u otras afecciones médicas con sintomatología similar.

Una entrevista clínica profunda y, cuando es necesario, la consulta interdisciplinaria con psiquiatras, neurólogos o médicos clínicos, permiten afinar el diagnóstico.


4. Tratamiento farmacológico

Debido a su etiología biológica predominante, la depresión endógena responde mejor a una combinación de tratamientos, siendo la farmacoterapia el pilar inicial más eficaz. Los principales grupos de antidepresivos utilizados son:

  • Inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (ISRS): como sertralina, fluoxetina o escitalopram.
  • Inhibidores de la recaptación de serotonina y noradrenalina (IRSN): como venlafaxina o duloxetina.
  • Antidepresivos tricíclicos (ATC): aunque con más efectos secundarios, pueden ser efectivos en casos severos.
  • Antidepresivos atípicos: como bupropión o mirtazapina, que pueden usarse según el perfil del paciente.

Es importante recordar que la respuesta a los antidepresivos puede tardar entre 2 a 6 semanas. El seguimiento clínico constante, los ajustes de dosis y la adherencia al tratamiento son claves para su efectividad (APA, 2020).

En casos resistentes, pueden considerarse:

  • Combinaciones farmacológicas.
  • Estabilizadores del ánimo si hay sospecha de espectro bipolar.
  • Terapias biológicas como la estimulación magnética transcraneal (EMT) o, en casos extremos, la terapia electroconvulsiva (TEC).

5. Abordaje psicoterapéutico

Aunque el componente biológico es central, la psicoterapia desempeña un rol crucial en la recuperación y el sostén emocional del paciente. Las terapias con mayor evidencia son:

a) Terapia Cognitivo-Conductual (TCC): Trabaja sobre los esquemas de pensamiento negativos, la pasividad conductual y la autoimagen deteriorada. Es útil para ayudar al paciente a identificar distorsiones cognitivas como la generalización o la autoacusación excesiva (Beck, 1976).

b) Activación conductual: Consiste en planificar y realizar actividades gratificantes de forma progresiva para contrarrestar la inercia depresiva y aumentar la exposición a reforzadores positivos (Martell et al., 2001).

c) Terapia Interpersonal (TIP): Enfocada en mejorar las relaciones sociales, abordar duelos no resueltos o transiciones de rol que pueden agravar el estado depresivo.

d) Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT): Promueve la aceptación de emociones difíciles y la orientación a valores vitales, fortaleciendo el sentido de propósito en contextos de sufrimiento persistente.


6. Acompañamiento familiar y psicoeducación

El entorno del paciente cumple un papel determinante. Es frecuente que familiares o amigos no comprendan la naturaleza de la depresión endógena, atribuyéndola erróneamente a debilidad de carácter o falta de voluntad. Por eso, la psicoeducación es una herramienta clave para desestigmatizar y generar apoyo efectivo.

Recomendaciones para familiares:

  • Evitar juicios o frases como «poné voluntad» o «tenés todo para ser feliz».
  • Acompañar sin invadir: estar presentes, pero respetando los tiempos del paciente.
  • Animar a continuar con el tratamiento, sin presionar ni controlar.
  • Participar, si es posible, en sesiones de orientación familiar.

La compasión, la escucha activa y la validación emocional son fundamentales en el proceso de recuperación.


7. Herramientas terapéuticas prácticas

Ejercicio 1: Diario de pensamientos

  • Registrar diariamente pensamientos automáticos negativos.
  • Identificar su impacto emocional.
  • Reescribirlos con una visión más realista y compasiva.

Ejercicio 2: Plan de actividad progresiva

  • Elaborar una lista de actividades agradables (caminar, cocinar, pintar).
  • Iniciar con una al día, durante 15 minutos.
  • Evaluar el nivel de satisfacción después de cada una.

Ejercicio 3: Carta compasiva a uno mismo

  • Escribir una carta como si se hablara a un amigo querido que sufre.
  • Incluir palabras de aliento, comprensión y esperanza.
  • Leerla en momentos de recaída emocional.

8. El horizonte de la recuperación

La depresión endógena no es un destino inmodificable. Si bien puede ser más persistente y requerir tratamientos complejos, la combinación de farmacoterapia, psicoterapia y apoyo social adecuado permite la remisión de los síntomas y una mejor calidad de vida.

Es importante comprender que el proceso puede ser cíclico. Las recaídas no son fracasos, sino momentos que requieren ajustes y mayor sostén. Muchos pacientes logran no solo recuperarse, sino también resignificar su experiencia con la enfermedad como un camino de autoconocimiento, humildad y fortaleza interior.


Conclusión

La depresión endógena es una condición seria, compleja y tratable. Requiere una mirada integral que no reduzca al paciente a un desequilibrio químico ni a un problema psicológico aislado. Implica un abordaje humano, compasivo y basado en la evidencia, que devuelva al sujeto su dignidad, su capacidad de elegir y su esperanza.

El rol del psicólogo clínico es acompañar este proceso con escucha activa, estrategias eficaces y una actitud empática que permita restaurar la confianza del paciente en sí mismo y en la vida.


Referencias

  • American Psychiatric Association. (2020). Guía de práctica clínica para el tratamiento del trastorno depresivo mayor en adultos (3.ª ed.). APA.
  • Beck, A. T. (1976). Cognitive therapy and the emotional disorders. International Universities Press.
  • Belmaker, R. H., & Agam, G. (2008). Major depressive disorder. New England Journal of Medicine, 358(1), 55-68.
  • Kendler, K. S., Gardner, C. O., & Prescott, C. A. (2006). Toward a comprehensive developmental model for major depression in women. American Journal of Psychiatry, 163(1), 115–124.
  • Martell, C. R., Addis, M. E., & Jacobson, N. S. (2001). Depression in context: Strategies for guided action. W.W. Norton & Company.
  • Miller, A. H., & Raison, C. L. (2016). The role of inflammation in depression: from evolutionary imperative to modern treatment target. Nature Reviews Immunology, 16(1), 22–34.
  • Sullivan, P. F., Neale, M. C., & Kendler, K. S. (2000). Genetic epidemiology of major depression: review and meta-analysis. American Journal of Psychiatry, 157(10), 1552-1562.
  • DSM-5-TR (2022). Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (5ª edición, texto revisado). American Psychiatric Association.

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