Cuando la mente se convierte en campo de batalla: reflexiones sobre «Cartas del diablo a su sobrino» y los escrúpulos

“La lucha contra uno mismo puede ser la más ardua de todas”, es una verdad que resuena profundamente tras la lectura de Cartas del diablo a su sobrino, de C. S. Lewis. Este libro, escrito a modo epistolar, revela un diálogo interno entre dos demonios, donde uno intenta tentar al otro para que corrompa almas humanas. Lo que me atrapó de esta obra fue su penetrante mirada sobre la batalla espiritual y psicológica que enfrentamos, un combate que, en mi experiencia, se manifiesta especialmente a través de los escrúpulos, esa forma particular de ansiedad moral que paraliza la paz interior.

Desde la filosofía clásica hasta la espiritualidad cristiana, pensar el alma humana como un campo de guerra no es nuevo. San Agustín, con su intima confesión en Confesiones (1991), describe la tirantez entre el placer terreno y la búsqueda de la verdad divina, un conflicto similar al que presenta Lewis, pero revisitado desde una visión irónica y crítica de lo que estruja la mente racional: los escrúpulos, que el demonio canónico Screwtape en el libro aprovecha para sembrar dudas y desasosiego. Esta ansiedad no es solo un fenómeno espiritual, sino también psicológico, como lo apuntó Viktor Frankl (1984), para quien el sentido y la libertad interior son claves para superar el sufrimiento. He aprendido que los escrúpulos, lejos de mostrar una santidad genuina, pueden ser trampas del ego para evitar la entrega sencilla y confiada a Dios, una idea que resonó enormemente con mi experiencia personal en la oración y la reflexión.

Al cerrar el libro de Lewis, me quedo con la impresión de que la lucha contra los escrúpulos no es una batalla contra los pensamientos mismos, sino contra el modo obsesivo y paralizante en que los recibimos. Los escrúpulos me han enseñado a poner en práctica la misericordia que San Francisco de Sales predicaba: “Dios mira el corazón, no la apariencia externa ni los temores infundados” (Sales, 2003). En mi vida, aceptar que la perfección absoluta está fuera de alcance es un acto liberador que me permite avanzar en paz, nunca en la culpa paralizante. Lewis y los grandes pensadores me invitan a cultivar una valentía espiritual que trasciende el miedo, recordando que el verdadero enemigo no es la duda, sino la desconfianza que ella puede generar en nuestra relación con lo divino y con nosotros mismos.

Referencias

Frankl, V. E. (1984). El hombre en busca de sentido. Herder.
Lewis, C. S. (2015). Cartas del diablo a su sobrino. Ediciones Palabra.
Sales, S. de (2003). Introducción a la vida devota. Ediciones Cistercienses.
San Agustín. (1991). Confesiones. Biblioteca de Autores Cristianos.

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