“A veces el mayor acto de justicia es dejar de exigirla.”
Durante mucho tiempo llevé en mi pecho una herida que no cerraba. Era pequeña, casi invisible, pero punzante. Me la había provocado alguien cercano, alguien que debía cuidar de mí y no lo hizo. Intenté ignorarla, taparla con ocupaciones o racionalizaciones, pero siempre volvía, como un eco. El rencor parecía una forma legítima de dignidad: si perdonaba, ¿no estaría traicionándome? Sin embargo, descubrí que cargar con esa herida era regalarle al otro el poder de seguir influyéndome, incluso en su ausencia. El perdón, entonces, empezó a presentarse no como una rendición, sino como una posibilidad de libertad.
Perdonar no es olvidar, ni minimizar el daño. Es, como decía Hannah Arendt (2005), introducir en la historia humana una interrupción: “una acción capaz de comenzar algo nuevo”. El perdón rompe la lógica de la repetición, del “ojo por ojo” que, como advertía Gandhi, deja al mundo ciego. En mi camino, las palabras de san Agustín me ofrecieron un faro: “La medida del amor es amar sin medida” (Confesiones, 10, 29). ¿Pero cómo amar a quien nos hirió? No se trata de justificar, sino de comprender que muchas veces el otro también actúa desde su propio dolor. Como enseñó Viktor Frankl (2004), todo puede ser arrebatado, salvo la libertad de elegir nuestra actitud frente a lo que nos sucede. Y yo no quería ser esclavo del resentimiento.
Hoy comprendo que el perdón es un acto de autodignificación. Al perdonar, recupero el timón de mi vida y rompo las cadenas invisibles que me unían al daño. Perdonar no cambia el pasado, pero sana el presente y abre el futuro. Es un acto profundamente humano y profundamente divino: en la cruz, Cristo no reclamó justicia, sino que oró por quienes lo crucificaban. Perdonar, entonces, no es olvidar el daño, sino recordarlo desde otro lugar: desde la decisión de no seguir viviendo desde la herida. Al fin y al cabo, el perdón me permite volver a mí mismo. Y eso es todo lo que necesito para ser feliz y libre.
Referencias
Arendt, H. (2005). La condición humana. Barcelona: Paidós.
Frankl, V. E. (2004). El hombre en busca de sentido. Barcelona: Herder.
Agustín de Hipona. (1999). Confesiones. Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos.


