El impacto terapéutico de las mascotas en el acompañamiento emocional de pacientes oncológicos


Introducción

El diagnóstico de cáncer supone un impacto emocional profundo. No sólo confronta a las personas con la fragilidad de la vida, sino que también desencadena un proceso prolongado y complejo de tratamientos, pérdidas físicas y simbólicas, incertidumbre y reconfiguración de vínculos. Frente a este escenario, los recursos de apoyo emocional se tornan fundamentales para sostener la calidad de vida del paciente. En este contexto, las mascotas —particularmente perros y gatos— emergen como una fuente significativa de consuelo, estabilidad y compañía.

Desde la psicología clínica, se ha investigado cómo el vínculo humano-animal puede jugar un papel positivo en el afrontamiento del cáncer, tanto en su dimensión emocional como fisiológica. Este artículo tiene como objetivo analizar, de forma clara, académica y aplicada, el rol que cumplen las mascotas en la salud emocional de personas que transitan enfermedades oncológicas, incluyendo herramientas terapéuticas basadas en evidencia y ejemplos concretos que puedan orientar tanto a pacientes como a profesionales de la salud.


I. Cáncer y salud emocional: Un escenario vulnerable

La experiencia del cáncer no es exclusivamente física. Numerosos estudios han documentado la aparición de trastornos afectivos como ansiedad, depresión, alteraciones del sueño y estrés postraumático en pacientes oncológicos (Mehnert et al., 2018). La incertidumbre, el miedo a la muerte, los cambios corporales y las implicancias sociales y económicas conforman un escenario de sufrimiento multifactorial.

La calidad de vida en pacientes oncológicos depende en gran parte del soporte emocional. Según Spiegel (1997), los recursos psicológicos adecuados pueden incluso influir en la adherencia al tratamiento y en el pronóstico general. En este sentido, cualquier fuente de alivio emocional, de sentido de conexión y de regulación afectiva merece ser considerada como parte del abordaje terapéutico integral.


II. El vínculo humano-animal como fuente de regulación emocional

El apego emocional a las mascotas ha sido ampliamente estudiado en psicología. Bowlby (1988), en su teoría del apego, subraya la necesidad humana de vínculos afectivos seguros, especialmente en situaciones de amenaza o dolor. Las mascotas, en particular los perros y gatos, pueden funcionar como figuras de apego secundarias, proporcionando consuelo, presencia constante y afecto incondicional.

Las investigaciones han mostrado que el contacto con animales puede disminuir los niveles de cortisol (hormona del estrés), reducir la presión arterial y aumentar los niveles de oxitocina, una hormona vinculada con la sensación de bienestar y conexión (Odendaal & Meintjes, 2003). Esta base neurobiológica respalda lo que muchas personas experimentan subjetivamente: estar con su mascota calma, da alegría y disminuye la sensación de soledad.

En pacientes con cáncer, el rol de las mascotas puede ser particularmente relevante. Ellas no solo acompañan en los momentos de dolor físico, sino que también ofrecen una rutina, un sentido de propósito —“tengo que alimentarla, sacarla a pasear”— y una fuente de amor sin juicios, en un momento donde muchas veces el cuerpo se percibe como dañado o diferente.


III. Beneficios psicológicos de la convivencia con mascotas en pacientes oncológicos

1. Reducción de síntomas depresivos y ansiosos

En un estudio realizado por Johnson, Meadows, Haubner y Sevedge (2003), se encontró que los pacientes oncológicos que participaban en terapias asistidas con animales presentaban una disminución significativa en los niveles de ansiedad y tristeza. Aunque el estudio se enfocaba en intervenciones estructuradas, sus hallazgos son extrapolables a quienes conviven cotidianamente con una mascota.

Las mascotas favorecen la distracción del malestar, rompen con el foco obsesivo en el dolor o en el miedo, y ofrecen una presencia emocional constante, incluso cuando la interacción humana es limitada.

2. Mejora del sentido de propósito

Tener una mascota puede revitalizar el sentido de agencia y responsabilidad. Cuidar de un ser vivo ayuda a sostener rutinas, mantener horarios y cultivar un propósito, lo cual es especialmente importante en tratamientos prolongados donde el paciente puede sentirse pasivo o despersonalizado.

Un paciente con cáncer de pulmón en tratamiento ambulatorio relataba en consulta: “Si no fuera por mi perro, no saldría nunca al aire libre. Él me obliga a levantarme. Me hace bien. Me da vida”. Este tipo de testimonio se repite con frecuencia en la práctica clínica.

3. Disminución del aislamiento social

La enfermedad tiende a aislar. La hospitalización, la fatiga, la inmunosupresión o la percepción de ser una carga para otros, pueden llevar al retraimiento. Las mascotas, en cambio, promueven el contacto social. En el caso de los perros, los paseos generan interacciones espontáneas. Pero incluso sin mediar la sociabilidad externa, la conexión emocional con la mascota mitiga el sentimiento de soledad.


IV. Aplicaciones terapéuticas y recomendaciones clínicas

Desde la psicología clínica, no se trata simplemente de recomendar “tener una mascota”, sino de considerar su presencia como un recurso terapéutico que puede ser integrado de modo estratégico en el acompañamiento emocional.

a) Evaluar el contexto y las posibilidades

No todos los pacientes oncológicos pueden asumir la responsabilidad de tener un animal. Factores como la movilidad, la inmunidad, el tipo de vivienda, la red de apoyo y la estabilidad emocional son clave. En esos casos, pueden contemplarse formas alternativas como:

  • Visitas programadas de animales de terapia (perros entrenados para interactuar con pacientes).
  • Participar en programas de equinoterapia o actividades asistidas por animales.
  • Contacto esporádico con mascotas de familiares o amigos.

b) Incluir a la mascota en el plan de cuidado

Cuando el paciente ya convive con un animal, es útil integrarlo en el proceso terapéutico. Algunas estrategias pueden incluir:

  • Registro emocional con la mascota: Llevar un diario donde se anoten las emociones que aparecen al interactuar con el animal.
  • Mindfulness asistido: Usar momentos con la mascota (acariciar, caminar, jugar) como anclajes para ejercicios de atención plena.
  • Narrativa terapéutica: Explorar en terapia el rol simbólico de la mascota, lo que representa, cómo ayuda a sostener el dolor o a reencontrar esperanza.

c) Prevención del duelo anticipado

Una dimensión que no debe descuidarse es la posibilidad de que el paciente proyecte un miedo al futuro, incluyendo qué pasará con su mascota si fallece. Esta preocupación puede ser fuente de angustia, pero también oportunidad para planificar y dejar indicaciones claras. Esto, lejos de ser mórbido, puede brindar tranquilidad y reforzar la sensación de cuidado hacia el animal.


V. Consideraciones éticas y límites

Aunque el vínculo con mascotas suele ser beneficioso, también puede presentar desafíos. Algunas cuestiones a tener en cuenta:

  • Riesgo de zoonosis: En pacientes inmunocomprometidos, es necesario garantizar que las mascotas estén sanas, vacunadas y limpias. El médico tratante debe ser consultado.
  • Carga emocional y física: Hay que evitar que el cuidado del animal se vuelva una sobrecarga. El acompañamiento familiar o comunitario puede ser necesario.
  • Idealización del vínculo: A veces, el paciente deposita en la mascota expectativas desproporcionadas o la convierte en su única fuente de consuelo. Aquí, el trabajo terapéutico puede ayudar a equilibrar y ampliar las fuentes de sostén.

VI. Testimonios e ilustraciones clínicas

A continuación, comparto dos breves ejemplos clínicos (con nombres ficticios para preservar la confidencialidad) que ilustran el impacto de las mascotas en la experiencia del cáncer:

Caso 1: Marta y su gata “Luna”

Marta, de 62 años, fue diagnosticada con cáncer de mama con metástasis óseas. Viuda y con hijos viviendo en el exterior, se sentía sola y sin ganas de comer o levantarse. La intervención psicológica incluyó la exploración de recursos significativos. Cuando mencionó a su gata Luna, emergieron emociones de ternura y vitalidad. Se diseñó una rutina matinal donde su primera tarea era darle de comer a Luna, y luego escribir cómo se sentía al hacerlo. Esto se convirtió en un ancla emocional. En sus propias palabras: “Ella me espera, me necesita. Y yo la necesito también”.

Caso 2: Daniel y su perro “Simón”

Daniel, de 47 años, vivía solo y cursaba un tratamiento intensivo por leucemia. Adoptó a Simón, un perro mestizo, durante una etapa de remisión. “Fue mi forma de empezar de nuevo”, decía. Aunque temía recaer, Simón lo conectaba con el presente. En sesiones, utilizamos ejercicios de mindfulness con Simón como foco de atención, especialmente en momentos de ansiedad. La presencia del animal fue, según Daniel, “un cable a tierra”. Cuando experimentó una recaída, dejó indicaciones para que Simón fuera cuidado por su hermana, lo que le trajo serenidad en medio del miedo.


Conclusión

El vínculo con una mascota no es sólo una fuente de compañía, sino un recurso psicológico valioso, especialmente en contextos de enfermedad como el cáncer. Las mascotas ofrecen afecto incondicional, sostienen rutinas, despiertan ternura, promueven el sentido de responsabilidad y ayudan a enfrentar el dolor emocional.

Desde la psicología clínica, es fundamental reconocer este vínculo como un aliado en el proceso terapéutico. Sin sustituir la atención profesional, el amor silencioso y constante de un animal puede convertirse en uno de los pilares más firmes para transitar con dignidad, esperanza y sentido una experiencia tan dura como la oncológica.


Referencias bibliográficas (formato APA)

  • Bowlby, J. (1988). A secure base: Parent-child attachment and healthy human development. Basic Books.
  • Johnson, R. A., Meadows, R. L., Haubner, J. S., & Sevedge, K. (2003). Animal-assisted activity among patients with cancer: Effects on mood, fatigue, self-perceived health, and sense of social support. Oncology Nursing Forum, 30(4), 523-530. https://doi.org/10.1188/03.ONF.523-530
  • Mehnert, A., Brähler, E., Faller, H., Harter, M., Keller, M., Schulz, H., … & Koch, U. (2018). Four-week prevalence of mental disorders in cancer patients across major tumor entities. Journal of Clinical Oncology, 32(31), 3540–3546. https://doi.org/10.1200/JCO.2014.56.0086
  • Odendaal, J. S. J., & Meintjes, R. A. (2003). Neurophysiological correlates of affiliative behaviour between humans and dogs. The Veterinary Journal, 165(3), 296-301. https://doi.org/10.1016/S1090-0233(02)00237-X
  • Spiegel, D. (1997). Psychosocial aspects of breast cancer treatment. Seminars in Oncology, 24(1 Suppl 1), S1-36–S1-47.

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