En el transcurso de la vida conyugal, es natural que las parejas atraviesen etapas de distanciamiento emocional. La rutina diaria, las responsabilidades compartidas, los compromisos laborales, la crianza de los hijos, así como los conflictos no resueltos o eventos vitales estresantes, pueden generar una sensación progresiva de desconexión afectiva. A diferencia de una ruptura abierta, este distanciamiento no siempre se manifiesta con discusiones o conflictos explícitos, sino más bien con silencios, indiferencia o la falta de tiempo emocionalmente significativo. Este artículo, sustentado en principios de la psicología clínica y en investigaciones recientes, busca ofrecer estrategias prácticas para aquellas parejas que, pese al distanciamiento, desean mantener el vínculo y reconstruir la cercanía afectiva sin sacrificar su espacio personal.
1. Comprender el valor del espacio personal
Tener un espacio individual dentro de la pareja no implica egoísmo ni desapego, sino que responde a una necesidad legítima de conservar la identidad personal y fomentar el crecimiento individual. Cuando una persona se siente libre de ser sí misma y de desarrollarse dentro de la relación, es más probable que aporte bienestar y equilibrio al vínculo conyugal. Según Johnson y Whiffen (2003), las parejas emocionalmente seguras son aquellas que pueden tolerar e incluso promover la autonomía sin sentir que esta constituye una amenaza para el apego. Establecer tiempos y actividades personales —como dedicar horas a hobbies, amistades o momentos de reflexión individual— permite reducir la fusión emocional, prevenir el desgaste y promover una relación más madura y consciente. Reconocer el derecho del otro a ser distinto, a evolucionar, a tener espacios propios, es una forma profunda de amar sin poseer.
2. Reestablecer la conexión emocional de forma intencional
El distanciamiento no suele ser una elección deliberada. Muchas veces ocurre por acumulación de pequeñas omisiones, descuidos afectivos o falta de momentos compartidos con atención plena. Para revertirlo, es necesario actuar de forma intencional. Reconectar implica detenerse, observar al otro con nuevos ojos y reactivar la curiosidad afectiva. Preguntar con interés genuino cómo ha sido su día, qué lo preocupa o qué lo hace feliz. Escuchar sin interrumpir ni resolver, simplemente acompañar desde la empatía. Gottman (1994) ha demostrado que las parejas que permanecen unidas no son aquellas que no discuten, sino las que construyen pequeños momentos de intimidad cotidiana. Gestos sencillos como un abrazo prolongado al llegar a casa, una conversación sin pantallas entre medio, o salir a caminar sin urgencias, actúan como puentes para volver a encontrarse. La intencionalidad en estos gestos es más importante que su duración: la calidad del vínculo no se mide en cantidad de tiempo, sino en presencia emocional.
3. Comunicación empática y sin juicio
Una de las principales causas del deterioro de la intimidad emocional es la comunicación inefectiva o cargada de juicio. Aprender a hablar desde la vulnerabilidad y no desde la crítica permite reducir tensiones y abrir espacios de comprensión. Utilizar mensajes en primera persona (“yo me siento solo cuando no hablamos por días”) en lugar de acusaciones (“tú nunca me prestas atención”) favorece una conversación constructiva. La escucha activa implica no solo oír al otro, sino prestarle toda nuestra atención, reflejar lo que nos dice, validar sus emociones y mostrar disponibilidad emocional. Según Gottman (2015), las parejas más resilientes son aquellas que han cultivado una cultura del aprecio mutuo: reconocen los esfuerzos del otro, agradecen los gestos cotidianos, y no dan por sentada la presencia del compañero. Este reconocimiento constante actúa como amortiguador en momentos de tensión.
4. Crear nuevos rituales y cuidar los existentes
Los rituales compartidos tienen un poderoso efecto estructurante sobre el vínculo conyugal. Son momentos predecibles, significativos y emocionalmente cargados que permiten reforzar la conexión y dar sentido a la vida cotidiana. Algunos rituales surgen espontáneamente —el café de la mañana, un paseo semanal—, mientras que otros deben ser diseñados intencionalmente para cuidar la relación. En contextos de distanciamiento, es especialmente valioso reactivar antiguos rituales o crear nuevos espacios compartidos: una noche fija para ver una película juntos, una salida mensual sin hijos, o incluso un mensaje de buenos días. Estos gestos, aunque simples, transmiten al otro que sigue siendo importante y que el vínculo merece atención. Los rituales también ayudan a contrarrestar la rutina, crear anticipación positiva y sostener la intimidad emocional.
5. Reconocer las heridas y pedir ayuda cuando sea necesario
El distanciamiento emocional persistente muchas veces tiene raíces más profundas: heridas pasadas no resueltas, decepciones, palabras no dichas, o resentimientos acumulados. Ignorar estas heridas puede generar una sensación de lejanía crónica o de vivir juntos pero emocionalmente separados. En estos casos, acudir a terapia de pareja puede ser una decisión clave. La intervención de un profesional facilita un espacio seguro donde ambos pueden expresar sus sentimientos sin temor a ser juzgados, identificar patrones disfuncionales en la comunicación, y aprender herramientas prácticas para resolver conflictos y recuperar la alianza afectiva. La terapia también permite resignificar la historia compartida, recuperar el proyecto común y fortalecer el compromiso mutuo. Pedir ayuda no es un signo de debilidad, sino un acto de responsabilidad afectiva y de cuidado hacia el vínculo.
Conclusión
Un matrimonio puede atravesar períodos de alejamiento sin que eso implique una sentencia definitiva. Las crisis no necesariamente son el fin, sino pueden ser oportunidades de crecimiento, maduración y renovación del amor. Lo fundamental es que ambos miembros estén dispuestos a mirar con honestidad el estado actual de la relación, asumir la parte que les corresponde, y comprometerse a trabajar por la reconexión. A través del respeto mutuo, la escucha empática, el cuidado de los espacios personales y el fortalecimiento de los momentos compartidos, es posible recuperar la intimidad afectiva y construir un vínculo más fuerte y consciente. Las parejas que se reconstruyen en medio de la distancia no solo se reencuentran, sino que emergen con una relación más sólida y profunda.
Referencias
- Amato, P. R., & Previti, D. (2003). People’s reasons for divorcing: Gender, social class, the life course, and adjustment. Journal of Family Issues, 24(5), 602-626. https://doi.org/10.1177/0192513X03254507
- Gottman, J. M. (1994). Why marriages succeed or fail: And how you can make yours last. New York: Simon & Schuster.
- Gottman, J. M. (2015). The seven principles for making marriage work: A practical guide from the country’s foremost relationship expert. New York: Harmony Books.
- Johnson, S. M., & Whiffen, V. E. (2003). Attachment processes in couple and family therapy. New York: Guilford Press.


