Cuando el alma duda

A veces el silencio del corazón grita más fuerte que todas las palabras.

Te has detenido frente a esa frontera silenciosa, esa donde ya no basta con seguir por costumbre ni con aferrarse a lo que fue. Hay decisiones que pesan no por su dificultad práctica, sino porque implican reconocer que algo ya no nutre el alma. Y cuando ya no se es feliz en una relación, aparece esa pregunta que no te deja dormir: ¿seguir o soltar? La duda te habita como una bruma espesa, y no es cobardía pensar en ello; por el contrario, es un acto de coraje preguntarte si este amor te construye o solo te sostiene por inercia. Lo dijo Kierkegaard (1843/2005): “La angustia es el vértigo de la libertad”, y ese vértigo que sientes hoy es la posibilidad —dolorosa pero viva— de elegir tu camino.

No estás solo en este cruce. Simone Weil decía que “la atención, tomada en su forma más elevada, es la forma más rara y pura de generosidad” (Weil, 1942/2002). Y atender con verdad a lo que sientes, incluso si eso implica enfrentar la posibilidad de una ruptura, es un acto de generosidad contigo y también con el otro. Hay relaciones que no mueren por falta de amor, sino por la imposibilidad de crecer dentro de ellas. No se trata de si amas o no, sino de si puedes seguir amando sin dejar de ser tú. Edith Stein (1931/1995) hablaba de la importancia de ser fiel a la propia esencia, porque sólo desde ahí puede brotar una entrega auténtica. El amor no basta cuando duele más de lo que edifica. Y tú lo sabes: no es egoísmo preguntarte si esta relación te permite florecer.

Al final, sólo tú puedes responderte con verdad. Yo también he estado ahí, y sé que no hay certezas perfectas, pero sí hay intuiciones que, cuando se escuchan con honestidad, alumbran el camino. Decidir no seguir puede ser una forma de amor profundo, el que reconoce que ya no hay vida donde antes la hubo. Y seguir, si decides hacerlo, debe ser porque algo esencial aún puede rescatarse, no porque temes a la soledad. A veces, amar es tener el valor de soltar con paz. Otras veces, es apostar con renovada esperanza. Pero que sea siempre desde la verdad de tu corazón, porque ahí, en esa verdad silenciosa, habita Dios.

Referencias
Kierkegaard, S. (2005). El concepto de la angustia (Edición original 1843). Alianza Editorial.
Stein, E. (1995). La estructura de la persona humana (Edición original 1931). Monte Carmelo.
Weil, S. (2002). Espera de Dios (Edición original 1942). Trotta.

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