El arte de discernir: Una reflexión desde la perspectiva del querer de Dios

La vida humana está tejida de elecciones. Desde las más simples y cotidianas hasta aquellas que determinan el rumbo de nuestra existencia, cada decisión revela algo sobre nuestra identidad y nuestras prioridades. Pero, ¿cómo saber si estamos eligiendo según el querer de Dios? Esta pregunta, que ha desvelado a místicos, filósofos y artistas a lo largo de los siglos, nos invita a un discernimiento profundo, un proceso que combina la razón, la fe y la intuición espiritual.

El discernimiento en la historia del pensamiento

El discernimiento no es un concepto exclusivo de la espiritualidad cristiana; su raíz se encuentra también en la filosofía clásica. Platón, por ejemplo, planteaba la importancia de dirigir el alma hacia el bien supremo, el Bien con mayúscula, mediante un ejercicio constante de contemplación y aprendizaje. Aristóteles, por su parte, hablaba de la prudencia (φρόνησις) como la virtud que permite discernir lo mejor en cada situación.

En la tradición cristiana, san Ignacio de Loyola elaboró un método sistemático de discernimiento en sus «Ejercicios Espirituales». Este discernimiento espiritual no busca solo elegir entre el bien y el mal, sino entre diferentes bienes, guiados por un profundo deseo de conformar nuestra vida al querer de Dios. «No el mucho saber harta y satisface el alma, sino el gustar de las cosas internamente», escribe san Ignacio, subrayando la importancia de la experiencia interior en el proceso de elección.

Además, figuras como santo Tomás de Aquino consideraron que el discernimiento está intrínsecamente ligado a la virtud y al uso de la razón iluminada por la fe. Para Tomás, cada decisión debe estar orientada al fin último del ser humano: la unión con Dios. En sus «Sumas Teológicas», argumenta que la voluntad humana encuentra su plenitud cuando actúa en conformidad con el bien supremo.

El arte como espejo del discernimiento

El arte, como expresión de lo humano, también ilumina el camino del discernimiento. Dante Alighieri, en su «Divina Comedia», describe un viaje espiritual que comienza en la confusión y la oscuridad, pero que encuentra sentido en la contemplación de la Verdad divina. En su «Paraíso», Beatriz le muestra a Dante que el discernimiento requiere elevar la mirada hacia aquello que trasciende lo inmediato y aparente. Este viaje simboliza cómo el discernimiento puede ser un proceso gradual, que pasa por etapas de purificación y crecimiento.

Incluso en los tiempos modernos, escritores como C. S. Lewis han reflexionado sobre las decisiones humanas desde una perspectiva cristiana. En «Cartas del diablo a su sobrino», Lewis aborda cómo las distracciones y los placeres superficiales pueden alejarnos de nuestra vocación más profunda. Al mismo tiempo, señala que las elecciones aparentemente triviales pueden tener un impacto espiritual significativo.

El pintor Caravaggio también retrató el drama del discernimiento en obras como «La vocación de San Mateo». La pintura capta el momento exacto en que Mateo, rodeado por las ocupaciones mundanas, escucha el llamado de Jesús. Este instante congelado refleja la tensión entre lo secular y lo sagrado, entre lo inmediato y lo eterno.

Discernir desde la fe: procesos y herramientas

El discernimiento según el querer de Dios implica un camino de autoconocimiento, escucha y acción. Algunos elementos prácticos que pueden guiar este proceso son:

  1. Oración y silencio: En palabras de Teresa de Ávila, «orar no es otra cosa sino tratar de amistad, estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama». En la quietud, el alma encuentra el espacio para escuchar la voz de Dios. Este silencio no es meramente la ausencia de ruido, sino un estado de apertura y receptividad.
  2. Examen diario: San Ignacio propone el «examen de conciencia» como una herramienta esencial. Este ejercicio ayuda a identificar los movimientos interiores: consolaciones (que acercan a Dios) y desolaciones (que alejan de Él). Este proceso no solo ilumina nuestras decisiones pasadas, sino que también nos prepara para elegir con mayor claridad en el futuro.
  3. Consejo espiritual: Buscar la guía de alguien sabio y experimentado en la fe puede ser clave para discernir. Como afirma el libro de los Proverbios, «los proyectos fracasan donde no hay dirección, pero tienen éxito donde hay muchos consejeros» (Proverbios 15:22). Un director espiritual puede ayudarnos a ver con mayor claridad lo que a veces nuestros propios prejuicios nos impiden reconocer.
  4. Lectura de la Palabra: La Sagrada Escritura es luz para el camino. «Lámpara es tu palabra para mis pasos, luz en mi sendero» (Salmo 119:105). Meditar la Escritura nos ayuda a alinear nuestras decisiones con los valores del Evangelio. Pasajes como las Bienaventuranzas o la parábola del Buen Samaritano ofrecen criterios concretos para orientar nuestras acciones.
  5. Discernimiento comunitario: En muchas ocasiones, el discernimiento no es un acto solitario. Participar en una comunidad de fe puede enriquecer el proceso, ofreciendo perspectivas diversas y confirmando intuiciones.

Consejos prácticos para el discernimiento

  1. Evitar la prisa: Decidir en medio de la agitación rara vez lleva a elecciones sabias. Como sugiere Blaise Pascal, «todas las desgracias del hombre provienen de no saber quedarse quieto en una habitación». Este consejo resuena especialmente en una época marcada por la velocidad y la sobreinformación.
  2. Reconocer los deseos profundos: Los deseos que brotan de nuestra íntima relación con Dios suelen ser una guía fiable. Como san Agustín dice: «Ama y haz lo que quieras». Este amor, sin embargo, debe ser purificado para distinguir entre deseos superficiales y anhelos que nacen de la voluntad divina.
  3. Aceptar la incertidumbre: No siempre tendremos la certeza absoluta. El discernimiento también implica confiar en que Dios guía nuestros pasos, incluso en medio de la ambigüedad. Como dijo Edith Stein, «Dios conduce cada alma por un camino único, y muchas veces incomprensible para nosotros».
  4. Practicar la paciencia: El tiempo es un aliado en el discernimiento. Como la semilla que crece en silencio, nuestras decisiones maduran cuando les damos espacio para desarrollarse en la oración y la reflexión.

Conclusión

Discernir según el querer de Dios es una tarea desafiante pero profundamente liberadora. No se trata de buscar una perfección inalcanzable, sino de caminar en confianza, sabiendo que Dios obra en nuestra fragilidad y en nuestros errores. Como dijo Thomas Merton: «Mi Señor Dios, no tengo idea de adónde voy. No veo el camino delante de mí. Pero creo que el deseo de agradarte, de hecho, te agrada».

Discernir es, en última instancia, un acto de amor. Es aprender a escuchar la melodía de Dios en medio del ruido del mundo y responder con valentía y generosidad. Una tarea que, aunque desafiante, se convierte en la mayor aventura de nuestra vida. Es un camino de confianza, donde cada paso nos acerca más al corazón de Aquel que nos llama por nuestro nombre y nos invita a vivir plenamente en su presencia.

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